La
reja que daba a la calle estaba abierta y se animó a entrar; en la casa reinaba
el silencio,parecía que nadie la estuviera habitando; la gran puerta de madera
del living chirrió al abrirse dejando paso a esa habitación tan querida.
Todo seguía igual, los mismos sillones de cuero, la lámpara de pie de madera y
el cuadro del torero bien cerquita del hogar. No pudo evitar detener su mirada en
la escalera, estaba cubierta por un manto de polvo y olvido, pero aún
conservaba su esplendor.
Con cuidado abrió la puerta del comedor y se dejó embargar por la emoción: un
gemido ahogado lo sorprendió al verlo tal cual lo imaginaba, la mesa grande de
madera oscura laqueada, el juego de ocho sillas que la acompañaban, el modular
de la abuela repleto de cristalería,y por su puesto, su querido espejo, donde
tantas veces se había divertido viéndose repartido en diferentes imágenes
provenientes de los 15 espejos oblicuos que se hundían en la pared hasta llegar
al gran espejo central.
Pasó por el pasillo y llegó a la biblioteca, la ventana estaba abierta;
enroscada en la reja de esa ventana y trepando hasta la terraza, estaba la
responsable de ese aroma que tanto le gustaba a Alex. Era su glicina lila cargada de racimos de
flores que colgaban uno al lado de otro, pintándolo todo con su color de
ensueño.
La puerta que daba al patio cubierto estaba abierta. Salió y caminó hacia al
parque, rodeó la habitación y se colocó justo debajo de los racimos que se
movían suavemente acariciados por el viento. Con los ojos cerrados, se dejó
extasiar por el perfume y por un momento olvidó dónde estaba;disfrutaba.
De pronto, un ruido proveniente de la casa lo puso en alerta, a Alex no le
gustaba que le jugaran bromas de ese tipo, les había dicho mil veces que le
hablaran si se acercaban al lugar donde él estaba; los ruidos de pisadas,
aunque imperceptibles, eran registrados por el agudo oído de Alex.
Entró nuevamente en la biblioteca sintiendo que el corazón se le salía por la
boca y avanzó hacia el comedor con temor.
- ¿Mamá, sos vos? – su voz salió entrecortada por el miedo – ¿Mamá, me escuchás?
– muchas veces su madre había bajado las escaleras durante la madrugada,
preocupada por Alex que estudiaba en la biblioteca hasta muy tarde; y fueron
muchas las veces que se había asustado al verla aparecer en el pasillo, de
repente, con su camisón blanco. Le había
pedido que por favor le hablase, que no se apareciera de esa forma y lo había
logrado; pero ahora, volvía a sentir la misma sensación que cuando era
adolescente.
El comedor estaba vacío, no había nadie allí, sin embargo sentía una sensación
extraña, el miedo se estaba instalando dentro de Alex y sintió ganas de salir
corriendo; pero había crecido y aunque el miedo lo paralizaba, tenía que tratar
de dominarlo. ¿Por qué sentía miedo?
Nadie lo sabía exactamente, ¿era a la oscuridad?. Varias veces su padre lo había asustado
empezando a reír sentado a oscuras, en el sofá del living, tomándolo por
sorpresa y provocando que se le helara la sangre; pero eso había ocurrido en la
infancia…¿acaso lo había marcado tanto que sintiese miedo a sus cuarenta y
pico?
Desde esos episodios, iba encendiendo las luces de toda la casa para llegar de
la cocina al living y ¡ni hablar de subir la escalera si no había nadie en la
planta alta! ¡Eso sí que era imposible! Aún con la luz encendida, lo aguardaba
una oscuridad importante en el escalón número veinte. Las pocas veces que había subido, su madre lo
esperaba al pie de la escalera, y al bajar, lo hacía tan rápido que parecía
perseguido por una docena de espíritus malignos. Sólo Dios sabe cómo le latía el corazón cada
vez que lo hacía…
Accionó la perilla que estaba detrás de la puerta del comedor yse hizo la luz,
revelando una gruesa capa de polvo que cubría todo el lugar; todo menos su
espejo de mil caras.
Se acercó lentamente pasando por detrás de la mesa y colocándose justo delante
de él; el reflejo le devolvió muchos ángulos de su rostro.
Por un momento observó su imagen en el espejo mayor y se detuvo en los detalles:
cuánto tiempo había pasado, el niño había quedado atrás para dar paso a un
rostro maduro, a una mirada profunda, analítica, calculadora, por momentos
soñadora. Acercó su mano al espejo para tocar la imagen reflejada y, al hacerlo,
el espejo vibró, formando unos anillos que se iban ensanchando lentamente, como
si hubiese tocado agua y formase ondas de expansión.
¿Cómo era posible? Volvió a tocarlo y nuevamente aparecieron las ondas… estaba
sorprendido, algo no andaba bien, lo sentía en su piel, sus pelos se erizaron
al tiempo que la luz se apagó. Nadie la había apagado, estaba sólo allí, y al
volver su mirada al espejo, éste había cambiado, no de forma, sino que emitía
una suave luz azulada. Sintió una risa
profunda que provenía del interior del espejo y un escalofrío recorrió su
cuerpo; se le fueron los colores del rostro y comenzó a temblar incapaz de
moverse de aquel sitio.
- Alex… Alex…- una voz susurraba desde el espejo.
El corazón iba a estallarle en cualquier momento, hacía esfuerzos sobrehumanos
para controlarse. Y otra vez la risa, la misma que le hacía recordar las bromas
de su padre, la misma que lo asustaba tanto y lo paralizaba.
- ¿Qué quieres? – “no le hables a los espíritus” – le dijo su otro yo – lo
sabía, alguien le había dicho que no les contestara si alguna vez le hablaban;
no sabía bien por qué, pero no debía hablarles. Sin embargo no pudo evitarlo.
- A ti – y la risa aumentó su caudal.
- No estoy disponible.
- ¿En serio?,¿Y por qué estás aquí?, ¿Viniste de paseo, o buscabas algo Alex?
- No lo sé, sólo estoy acá.
- Déjame decírtelo, estás aquí porque una parte de tu alma quedó atrapada en
este lugar y tu inconsciente te hizo regresar para buscarla, te falta un
pedacito, Alex, ¿no es así?
- ¿Quién eres tú?
- Siempre con las preguntas… me cansas por momentos, tu vida es una pregunta
Alex, la existencia misma es otra pregunta… ¿Acaso no puedes sólo vivir, sin
cuestionarte todo? Eres patético.
- Vivo como puedo…
- “Vámonos por favor, Alex” – dijo su otro yo…
- ¿Y esto es todo lo que puedes hacer por ti? – la carcajada fue tan fuerte que
Alex tembló – ¡Ups! Lo siento, te he asustado.
- No es gracioso.
- Para ti, dirás, yo lo encuentro muy divertido – y cambiando el tono de voz le
habló – tu alma necesita estar completa de un lado del espejo o del otroy yo la
quiero de este lado.
Las ondas del espejo desaparecieron y lentamente apareció la imagen de un
hábito negro acercándose hasta quedar a escasos centímetros del otro lado.
- Mírame, o mejor dicho, mírate – y volvió a reir.
La capucha negra cubría, como era habitual en los hábitos, la mitad de su
rostro y al levantar la cabeza descubrí¡que no tenía cara!, sólo dos ojos
amarillos que brillaban dentro de la capucha. Alex quedó impresionado con la
imagen y provocó una risa siniestra.
- Ven, acércate un poco más – y una mano huesuda comenzó a salir del espejo
hacia Alex.
- No – Alex dio un paso atrás y sintió el respaldo de la silla junto a su
espalda – No – y rodeó la mesa, manteniendo la vista fija en la imagen.
La mano volvió a entrar en el espejo y Alex se quedó inmóvil sosteniendo la
mirada penetrante de los ojos amarillos. En forma inconsciente llevó su mano
derecha a la cabeza y la imagen lo copió; sorprendido levantó la izquierda y
nuevamente fue copiado, el espejo reflejaba sus movimientos pero en una imagen
muy distinta.
- ¿Vienes o tengo que ir por ti?
-“Salgamos de acá” - dijo mi otro yo.
- Sí, por favor – contestó Alex, y echó a correr hacia la calle, al tiempo que
la capucha negra comenzaba a salir del espejo…
El terror se apoderó de Alex que corría sin rumbo, el corazón le latía tan
fuerte que podía escucharlo, ¡estaba sólo en ese lugar!
Extraido de Akasha - Capítulo 17 - "El espejo de mil caras".