Al levantar la vista,
vi un lobo blanco que me observaba desde la cima.
El sol que brillaba a su espalda le daba un reflejo dorado al contorno de su
figura; con la mirada seguía mis movimientos pero no se alejaba. No pude dejar de pensar en el sueño de la
manada y en Nifesto; también había un lobo blanco, era el macho alfa, pero
¿acaso era el mismo animal?. Tenía que sacarme la duda.
Me agaché lentamente para no asustarlo, le silbé para llamar su atención y abrí
mis brazos invitándolo a acercarse...