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"En la bandeja de entrada 12 mensajes nuevos: tan solo uno llamó la atención de Alex. El asunto decía "Gaia" y en líneas generales describía las consecuencias de los actos del hombre.
La tierra está respondiendo... ¿Cuánto tiempo más le quedaba a la humanidad para reaccionar ante el cambio? En una sociedad controvertida, abatida por el miedo y la falta de fe, la cuenta regresiva había comenzado...
¿Cómo podía ayudar? Encendió una luz tenue en la habitación, un sahumerio de jazmín y se sentó contra el respaldo de la cama en posición de loto, con los ojos cerrados. Enunció el mantra sagrado varias veces hasta que comenzó a resonar en su mente con una cadencia hipnótica que lo envolvía y lo alejaba cada vez más de su mundo exterior.
Había abierto los Registros akáshicos buscando respuestas que ayudasen al cambio de consciencia, y sin saberlo ingresó a un mundo del que no podría regresar."
... al abrir los Registros Akáshicos, Alex accede a un bosque de sequoias y se deja fascinar por la belleza del lugar, la luz del sol que filtra desde la copa de los árboles a cientos de metros de altura, el canto de los pájaros... y de pronto, ¡roza un árbol!

En esta ocasión el protagonista puede "tocar", situación que lo asombra, ya que en todas sus videncias anteriores, solo puede ver imágenes o escuchar palabras o sonidos. De todas formas, decide seguir adelante pensando que esta vez, la "visión" es más real que en otras oportunidades...
Pasan los minutos y comienza a sentir miedo, por lo que decide finalizar su búsqueda de respuestas; enuncia el mantra sagrado para volver a su habitación y descubre con horror, que por más que abre y cierra los ojos, lo único que consigue ver, es el bosque de sequoias.

¿Qué harías si te pasara algo así?

Eso le pasó a Alex...
LOS PERSONAJES

ALEX
44 años, iniciado en chamanismo y en apertura de Registros akáshicos. Buscando respuestas que ayudasen al cambio de conciencia, abre los registros e ingresa a un mundo paralelo del que no puede regresar.

MALME
Es la pareja de Alex, 45 años, tarotista, vidente.  Busca establecer una conexión con Alex a través del mundo de los sueños.

BETTY
Vidente, amiga de Malme; lo ayuda a atravesar el portal entre las dos dimensiones.

NIFESTO
Es el guardián del bosque de sequoias. Ayuda a Alex en el proceso de adaptación.

BLANCO
Es el macho alfa de una manada de lobos. Estrecha un vínculo muy cerrado con el protagonista.

GAIA
La Madre Tierra. Toma la forma de una mujer hermosa envuelta en un halo de luz verde.

EL CONSEJO DE DRUIDAS
Formado por las almas más antiguas del lugar, toman las decisiones importantes.
Al levantar la vista, vi un lobo blanco que me observaba desde la cima.
El sol que brillaba a su espalda le daba un reflejo dorado al contorno de su figura; con la mirada seguía mis movimientos pero no se alejaba.  No pude dejar de pensar en el sueño de la manada y en Nifesto; también había un lobo blanco, era el macho alfa, pero ¿acaso era el mismo animal?. Tenía que sacarme la duda.
Me agaché lentamente para no asustarlo, le silbé para llamar su atención y abrí mis brazos invitándolo a acercarse...
Les presento a Malme, uno de los personajes principales de esta historia...

" Malme había cumplido ya los 45 años, de contextura delgada y fibrosa, tenía el encanto a flor de piel, la sonrisa contagiosa y una mirada de niño tierno con un gran poder de convicción.
Desde muy temprana edad había aprendido el arte del Tarot, estableciendo una conexión profunda con cada uno de los consultantes; lo primordial en él era ayudar a las personas, decía que todo tenía solución y estaba al alcance de la mano, solo había que tener el propósito de lograrlo. 
Con los años, fue acrecentando el grado de videncia heredado de su abuela materna y de su madre, a tal punto que no necesitaba del Tarot para predecir acontecimientos. Según sus palabras, las cartas eran un mero instrumento que orientaba, ya que la respuesta, bajaba por un canal de conexión personal que le hacía erizar la piel, y a veces disentía totalmente con ellas. Su percepción jamás se equivocaba.
Poseía el don de la palabra, las personas podían escucharlo durante horas sin cansarse, era el centro de todas las reuniones, tenía luz,  magia.
Como todo caballo de fuego, mostraba una personalidad indomable y una convicción inquebrantable; la nobleza del animal y la furia del elemento.
Había decidido estudiar Counseling y repartía su tiempo entre el estudio, el trabajo, las tareas de la casa y el amor de su vida. 
Caminaba tranquilo recorriendo las cinco cuadras que separaban su casa de la parada de colectivos; ya era tarde y Alex debía estar preparando la cena; hoy tenía una buena noticia..."

"La puerta se cerró detrás de Malme dejando fuera el viento frío, la casa estaba iluminada por una tenue luz amarillenta proveniente de la habitación. Las llaves hicieron ruido al caer sobre la mesa del comedor -¡Alex, ya llegué!, llamó Dorothy, quiere que la llames.
La urgencia fisiológica hizo olvidar por un momento la inquietud, se lavó las manos y en un acto reflejo se sacudió el flequillo peinándose con los dedos frente al espejo."

"Alex estaba sentado en la cama, apoyado contra el respaldo de algarrobo; los brazos tendidos a ambos lados del cuerpo, la cabeza caída sobre el pecho y la respiración era casi imperceptible.
- Alex, vamos ¡despertá!. ¡Alex! - dijo Malme - le tocó suavemente el hombro y su cuerpo cayó de lado como un peso muerto; la inquietud se transformó en desesperación..."

                                                                  Extraído de AKASHA - Capítulo 2 " S.O.S."
                                                                      
EL SUEÑO

Había soñado toda la noche con Alex, imaginando que estaban a la orilla del mar, contemplando el atardecer, las manos unidas sobre el regazo y las cabezas juntas, en silencio, llenándose los ojos de luz. Cada tanto una gaviota cruzaba la imagen llevada por el viento para descender en la orilla, junto a un grupo de compañeras que buscaban alimento. 
De pronto, el cielo comenzó a oscurecerse y un viento frío se adueño del lugar; las gaviotas levantaron vuelo y se perdieron en el horizonte y, como ocurre solo en los sueños, en donde todo se transforma y lo que es una cosa se convierte en otra, Malme se halló abrazado a un poste de madera clavado en la arena con la cabeza recostada contra él.
A lo lejos, un caballo cruzaba la playa al galope tendido con las crines al viento; Malme lo siguió con la mirada y se vio reflejado en el animal, pero sus ojos ya no lo miraban sino que veían cómo la playa corría bajo sus pies; miraba a través de los ojos del corcel, ¿pero, era solo eso? No, de alguna forma, él era el caballo ahora.
La furia del galope se intensificó y la playa se transformó en tierra, en caminos sinuosos bordeados de álamos; la oscuridad quedó opacada por los rayos del sol y los árboles se hicieron altos y de gruesos troncos, habían crecido tanto que parecían llegar hasta el cielo tapando la luz con sus copas. El corcel salió a un sendero que se dibujaba entre los árboles y se detuvo unos instantes para olfatear el aire.
De su boca y nariz salía humo por el calor del cuerpo y la agitación en la respiración. Alzó la cabeza y continuó su loca carrera avanzando como poseído por una visión que lo atormentaba.
El sendero terminaba en un claro, hacía demasiado calor, la sudoración empapaba el lomo del animal dando un color azulado a su pelaje por efecto de la luz.
Recorrió el lugar nervioso, se alzó de manos y continuó la carrera por donde había venido; la velocidad fue aumentando tanto que parecía no tocar el suelo con las patas, de hecho no lo tocaba, volaba, pero no con la forma de caballo, sino de un águila real, un ave de un metro y medio de envergadura, que surcaba el aire planeando sin esfuerzo.
La visión aguda del ave no perdía detalle de lo que sucedía a su alrededor: abajo, una manada de lobos cruzaba un arroyo persiguiendo un ciervo colorado y más adelante, a su misma altura, otra águila de igual porte, volaba describiendo grandes círculos. Se dejó llevar por la corriente de aire cálido que ascendía y planeando se alejó del lugar para descender sobre una rama gruesa en lo alto de un pino seco; atardecía y con la oscuridad cesaron las imágenes.

Extraído de AKASHA - Capítulo 4 - "Videncia"

La reja que daba a la calle estaba abierta y se animó a entrar; en la casa reinaba el silencio,parecía que nadie la estuviera habitando; la gran puerta de madera del living chirrió al abrirse dejando paso a esa habitación tan querida. 
Todo seguía igual, los mismos sillones de cuero, la lámpara de pie de madera y el cuadro del torero bien cerquita del hogar. No pudo evitar detener su mirada en la escalera, estaba cubierta por un manto de polvo y olvido, pero aún conservaba su esplendor.
Con cuidado abrió la puerta del comedor y se dejó embargar por la emoción: un gemido ahogado lo sorprendió al verlo tal cual lo imaginaba, la mesa grande de madera oscura laqueada, el juego de ocho sillas que la acompañaban, el modular de la abuela repleto de cristalería,y por su puesto, su querido espejo, donde tantas veces se había divertido viéndose repartido en diferentes imágenes provenientes de los 15 espejos oblicuos que se hundían en la pared hasta llegar al gran espejo central. 
Pasó por el pasillo y llegó a la biblioteca, la ventana estaba abierta; enroscada en la reja de esa ventana y trepando hasta la terraza, estaba la responsable de ese aroma que tanto le gustaba a Alex.  Era su glicina lila cargada de racimos de flores que colgaban uno al lado de otro, pintándolo todo con su color de ensueño.
La puerta que daba al patio cubierto estaba abierta. Salió y caminó hacia al parque, rodeó la habitación y se colocó justo debajo de los racimos que se movían suavemente acariciados por el viento. Con los ojos cerrados, se dejó extasiar por el perfume y por un momento olvidó dónde estaba;disfrutaba.
De pronto, un ruido proveniente de la casa lo puso en alerta, a Alex no le gustaba que le jugaran bromas de ese tipo, les había dicho mil veces que le hablaran si se acercaban al lugar donde él estaba; los ruidos de pisadas, aunque imperceptibles, eran registrados por el agudo oído de Alex.
Entró nuevamente en la biblioteca sintiendo que el corazón se le salía por la boca y avanzó hacia el comedor con temor.
- ¿Mamá, sos vos? – su voz salió entrecortada por el miedo – ¿Mamá, me escuchás? – muchas veces su madre había bajado las escaleras durante la madrugada, preocupada por Alex que estudiaba en la biblioteca hasta muy tarde; y fueron muchas las veces que se había asustado al verla aparecer en el pasillo, de repente, con su camisón blanco. Le había pedido que por favor le hablase, que no se apareciera de esa forma y lo había logrado; pero ahora, volvía a sentir la misma sensación que cuando era adolescente.
El comedor estaba vacío, no había nadie allí, sin embargo sentía una sensación extraña, el miedo se estaba instalando dentro de Alex y sintió ganas de salir corriendo; pero había crecido y aunque el miedo lo paralizaba, tenía que tratar de dominarlo.  ¿Por qué sentía miedo? Nadie lo sabía exactamente, ¿era a la oscuridad?. Varias veces su padre lo había asustado empezando a reír sentado a oscuras, en el sofá del living, tomándolo por sorpresa y provocando que se le helara la sangre; pero eso había ocurrido en la infancia…¿acaso lo había marcado tanto que sintiese miedo a sus cuarenta y pico?
Desde esos episodios, iba encendiendo las luces de toda la casa para llegar de la cocina al living y ¡ni hablar de subir la escalera si no había nadie en la planta alta! ¡Eso sí que era imposible! Aún con la luz encendida, lo aguardaba una oscuridad importante en el escalón número veinte.  Las pocas veces que había subido, su madre lo esperaba al pie de la escalera, y al bajar, lo hacía tan rápido que parecía perseguido por una docena de espíritus malignos.  Sólo Dios sabe cómo le latía el corazón cada vez que lo hacía…
Accionó la perilla que estaba detrás de la puerta del comedor yse hizo la luz, revelando una gruesa capa de polvo que cubría todo el lugar; todo menos su espejo de mil caras. 
Se acercó lentamente pasando por detrás de la mesa y colocándose justo delante de él; el reflejo le devolvió muchos ángulos de su rostro.
Por un momento observó su imagen en el espejo mayor y se detuvo en los detalles: cuánto tiempo había pasado, el niño había quedado atrás para dar paso a un rostro maduro, a una mirada profunda, analítica, calculadora, por momentos soñadora. Acercó su mano al espejo para tocar la imagen reflejada y, al hacerlo, el espejo vibró, formando unos anillos que se iban ensanchando lentamente, como si hubiese tocado agua y formase ondas de expansión.
¿Cómo era posible? Volvió a tocarlo y nuevamente aparecieron las ondas… estaba sorprendido, algo no andaba bien, lo sentía en su piel, sus pelos se erizaron al tiempo que la luz se apagó. Nadie la había apagado, estaba sólo allí, y al volver su mirada al espejo, éste había cambiado, no de forma, sino que emitía una suave luz azulada.  Sintió una risa profunda que provenía del interior del espejo y un escalofrío recorrió su cuerpo; se le fueron los colores del rostro y comenzó a temblar incapaz de moverse de aquel sitio.
- Alex… Alex…- una voz susurraba desde el espejo.
El corazón iba a estallarle en cualquier momento, hacía esfuerzos sobrehumanos para controlarse. Y otra vez la risa, la misma que le hacía recordar las bromas de su padre, la misma que lo asustaba tanto y lo paralizaba.
- ¿Qué quieres? – “no le hables a los espíritus” – le dijo su otro yo – lo sabía, alguien le había dicho que no les contestara si alguna vez le hablaban; no sabía bien por qué, pero no debía hablarles.  Sin embargo no pudo evitarlo.
- A ti – y la risa aumentó su caudal.
- No estoy disponible.
- ¿En serio?,¿Y por qué estás aquí?, ¿Viniste de paseo, o buscabas algo Alex?
- No lo sé, sólo estoy acá.
- Déjame decírtelo, estás aquí porque una parte de tu alma quedó atrapada en este lugar y tu inconsciente te hizo regresar para buscarla, te falta un pedacito, Alex, ¿no es así?
- ¿Quién eres tú?
- Siempre con las preguntas… me cansas por momentos, tu vida es una pregunta Alex, la existencia misma es otra pregunta… ¿Acaso no puedes sólo vivir, sin cuestionarte todo? Eres patético.
- Vivo como puedo…
- “Vámonos por favor, Alex” – dijo su otro yo…
- ¿Y esto es todo lo que puedes hacer por ti? – la carcajada fue tan fuerte que Alex tembló – ¡Ups! Lo siento, te he asustado.
- No es gracioso.
- Para ti, dirás, yo lo encuentro muy divertido – y cambiando el tono de voz le habló – tu alma necesita estar completa de un lado del espejo o del otroy yo la quiero de este lado. 
Las ondas del espejo desaparecieron y lentamente apareció la imagen de un hábito negro acercándose hasta quedar a escasos centímetros del otro lado. 
- Mírame, o mejor dicho, mírate – y volvió a reir.
La capucha negra cubría, como era habitual en los hábitos, la mitad de su rostro y al levantar la cabeza descubrí¡que no tenía cara!, sólo dos ojos amarillos que brillaban dentro de la capucha. Alex quedó impresionado con la imagen y provocó una risa siniestra.
- Ven, acércate un poco más – y una mano huesuda comenzó a salir del espejo hacia Alex.
- No – Alex dio un paso atrás y sintió el respaldo de la silla junto a su espalda – No – y rodeó la mesa, manteniendo la vista fija en la imagen.
La mano volvió a entrar en el espejo y Alex se quedó inmóvil sosteniendo la mirada penetrante de los ojos amarillos. En forma inconsciente llevó su mano derecha a la cabeza y la imagen lo copió; sorprendido levantó la izquierda y nuevamente fue copiado, el espejo reflejaba sus movimientos pero en una imagen muy distinta. 
- ¿Vienes o tengo que ir por ti?
-“Salgamos de acá” - dijo mi otro yo.
- Sí, por favor – contestó Alex, y echó a correr hacia la calle, al tiempo que la capucha negra comenzaba a salir del espejo…
El terror se apoderó de Alex que corría sin rumbo, el corazón le latía tan fuerte que podía escucharlo, ¡estaba sólo en ese lugar!



Extraido de Akasha - Capítulo 17 - "El espejo de mil caras".